“La violencia sexual contra las mujeres no ha sido calificado como crimen de dictadura”, explica la antropóloga Dolores Martín-Consuegra
Mujeres rapadas caminando por el pueblo siendo insultadas por niños, hombres y, también, otras mujeres. La realidad de las represaliadas franquistas es una realidad de la que se ha hablado mucho menos que la de los hombres. Por eso, Feministas de Pueblo, asociación que reúne a colectivos que luchan por la igualdad de toda la región, ha decidido dedicarle el mes de enero al recuerdo de estas mujeres. “No sólo es que se les rapara, es que eso iba acompañado de violaciones, se les dejaba un pequeño mechón con un lazo rojo, y les colgaban un cartel que ponía peladas por puta”, describe Dolores Martín-Consuegra, antropóloga natural de Herencia, autora de la ‘Investigación etnográfica sobre los crímenes de género durante el franquismo y la transición democrática’, trabajo basado en entrevistas a una treintena de mujeres víctimas de represalias en la posguerra en territorio castellanomanchego.
Su investigación rápidamente se convirtió en algo prácticamente personal. “Yo pensaba que por mi pueblo igual la guerra había pasado de la forma suficientemente suave como para no tener noticias. Y de pronto descubrí que estuve viviendo entre víctimas y victimarios, y esto me hizo entender muchas cosas”, recalca. Principalmente, que el silencio había sido el protagonista en la historia de estas mujeres, cuya vida se convirtió en un trauma prolongado no sólo por las violencias a las que se les sometió, sino por la imposibilidad de hablar de dicha violencia.
“Levantarse el mandil”
“A veces desfilaban tras la banda de música, los niños las insultaban y estas escenas las podían ver su madre, su hijo, su hermano o hermana, cualquier persona. Además, las obligaban a tomar aceite de ricino y se hacían de todo encima”, relata Martín-Consuegra. La imagen de mujeres rapadas, defecándose encima, y que, además, eran obligadas “a levantarse el mandil” bajo cualquier excusa, incluso mientras buscaban comida de estraperlo es la realidad que vivieron quienes ni siquiera tenían relación con el bando republicano.
“La mayoría de estas mujeres no tenían un pasado republicano, incluso muchas ni siquiera tenían un familiar preso fusilado”, recalca la investigadora. Pero la violencia no se quedaba ahí, sino que también perdían el respeto de su familia y su entorno, al considerar que habían “colaborado” con la pérdida de “honra” de la familia. ¿Por qué se sabe tan poco de este tema? “Nos hemos dado cuenta de que las asociaciones de memoria histórica tienen un marcado carácter andocéntrico”, explica Lola Martín-Consuegra. En los resultados de la investigación se pueden ver testimonios como el del alcalde de Tembleque en 2018, Jesús Fernández, que recordaba que “en Alhambra, el pelo de las mujeres se colgaba en los árboles”[..]
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